miércoles, 27 de febrero de 2013

Un 29 de Abril.

Cuando las cosas eran fáciles, disfrutábamos juntas. Cuando las circunstancias parecían difíciles, me animó, proporcionandome fuerza. Cuando yo estaba, ella estaba conmigo. Incluso cuando me había ido, también permaneció a mi lado. Y cuando todo el mundo me castigaba por mis errores, ella fue la única en saber y entender que todo aquello lo había hecho de forma inconsciente y por necesidad.
Pero sobretodo, nunca jamás dejó de confiar en mi. Ella sabía que todo aquello que yo era realmente y había sido siempre, no podía desaparecer así como así. Tuvo paciencia, entendió y supo actuar ante la situación.
Pasara lo que pasara, nunca puso en duda mi capacidad de volver a ordenarlo todo después de que pareciera que había pasado un terremoto por mi vida (fue parecido, todo se movió y las cosas ocuparon un lugar diferente al que les pertenecía).
A día de hoy, aún me faltan palabras y actos para darle las gracias o devolverle, de alguna manera, todo lo que ha hecho por mi. De hecho, siempre digo que es algo que no creo que vaya a poder hacer nunca.
Creo que ha sido la primera persona de la que me alejé dentro de todas esas personas de las que no debía haberlo hecho... y lo hice.
(A ver... es relativo, no terminé de irme del todo, pero contuve una distancia y una evasión que no eran exactamente normales, al menos en mi).
No me olvido de que todavía le debo una parte del regalo que prometí hacerle el pasado 29 de Abril. Lo que sí sé es que el próximo valdrá por dos.
Sé que no hace falta pedirle perdón, porque sé que estoy perdonada, pero es la persona que más merece la disculpa. Y bueno, si hablo de merecer, podría escribir entre líneas el mundo entero.
Es una de esas personas que un día sin querer entró en tu vida, y otro, sin darte cuenta, entiendes que seguramente nunca vaya a salir. Porque para que lo hiciera, la vida debería ser muy puta, y sabemos que nosotras dos somos más putas que ella.

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