sábado, 2 de febrero de 2013

Tranquilidad.

Sabes que no importa cuando sientes que no duele. Cuando frenas en seco y el neumático ya no chirría en la carretera. Cuando después del frenazo, no estás asustado ni el miedo invade tu cuerpo. El corazón late a la velocidad adecuada. Ahí sientes que no importa.
Entonces miras por el retrovisor, todo está tranquilo. Acto seguido, miras hacia delante, y ves que el camino que queda por recorrer es enorme, inmenso. Sonríes esperanzado y cargado de ilusión. Y es ahí cuando con certeza, puedes decir que se acabó el dolor.
Se acabaron los frenazos, la niebla, el asfalto resbaladizo, los imprevistos y las intersecciones peligrosas.

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